31
Esa tarde, Michael Pedicone salió furioso de casa de Frank, con
maleta en mano y sin rumbo fijo. Dio vueltas por el vecindario un buen rato,
pensando que Frank lo llamaría. Claro, nunca lo hiso. Después decidió salir de
la ciudad, pensando en que hueco refugiarse, puesto que no tenía casa. No podía
volver a casa de su ex esposa y decirle: Terminé con mi amante, porque el que
te deje después de sufrir un aborto ¿volvemos? No, no había forma de que él
haga eso. Sobre todo porque su ex esposa lo odiaba a muerte y había jurado que
si él volvía a pisar la casa, lo quemaría vivo.
Tampoco podía volver a casa de su madre.
Desde que se enteró que dejo a su esposa por el enano de la banda
donde este mismo lo botó como un perro, le dijo a su hijo que había perdido a su
madre. Además de que sus hermanos no soportaban el hecho de que su
heterosexual, casi italiano hermano sea gay. Claro, Pedicone les había dicho
que no era gay, que eran amigos. De qué bueno, si había pasado algo, más que
algo. Ya, está bien, me lo tiro. Pero yo soy el activo, por si acaso. A mí
nadie me la mete hermano, mi sangre italiana no me lo permite. Yo soy el que se
revienta al enano, a mí ni me toca. Bueno si, pero no como piensas, nada
doloroso. De igual manera, sus hermanos no se habían tragado ese cuento y le
habían dado la espalda.
Así que siguió dando vueltas en la ciudad con el poco dinero que
traía en el bolsillo. Dinero que por cierto era de Frank. Pedicone no
trabajaba, bueno, tenía uno que otro cachuelo, pero un trabajo fijo. No.
Era peluquero, pero luego de que casi le corta una oreja a un
cliente, se había quedado sin estos. Y cuando intento ser peluquero de perros,
tuvo que renunciar el mismo día, porque los perros lo odiaban. Pedicone nunca
entendió el porqué de eso, luego sospechó que los perros de Frank habían
conspirado para que se quede sin trabajo. Pero claro, eso es parte de su
imaginación. Aunque quien sabe, Frank estaba tan cabreado cuando lo hecho de la
banda, que movió tantas influencias que Pedicone no conseguía trabajo, su
esposa lo mantuvo hasta que el mismo se fue de la casa.
Así que ahí estaba. Dando vueltas por la ciudad. Cabreado con
Frank, por que seguía escribiéndole a Gerard. Diciéndole que sólo sentía
agradecimiento por él.
¿Agradecimiento?
Enano de mierda, encima que perdone que me botaras como un perro
de la banda, de que no haya podido tener un maldito trabajo musical, gracias a
toda la mierda que me tiraste. Que a pesar de todo ello, te haya contestado el
teléfono esas veces en las que Gerard no podía verse contigo y te dejaba tirado
en un hotel de mala muerte en la carretera. Donde yo, sí, yo me iba como un
pelotudo a saciar tu cuerpo, mientras mi pobre esposa se rompía el lomo para
llevarme a París.
Ah no, Frank. Eso no se hace.
Los ojos empezaron a escocerle, pero se contuvo. No iba a llorar.
No.
Pedicone contó el dinero que tenía. Le alcanzaba para tomarse un
par de cervezas, quizás 4, quien sabe, si el mesero lo reconocía hasta podía
regalarle una. Así que entro a uno de esos bares concurridos por estrellitas de
rock, esas con y sin trabajo, que siempre estaban con sed y se metían a
emborracharse a ese hueco. Pidió una cerveza y la seco a la primera, mientras
picaba del maní que habían servido de piqueo a lado, y pensó en Frank. Pensó
mucho en él. En como lo quería. Cómo odiaba que no él no lo quisiera.
Pidió otra cerveza que también seco al instante.
Y se puso a llorar.
- ¿Michael?
Pedicone levantó el rostro lleno de lágrimas. A su lado, ya se
habían juntado 4 botellas de cerveza.
- Soy Shaun, Shaun Simons. Nos conocimos
gracias a Gerard Way. ¿Me recuerdas?
Pedicone no tenía la más mínima idea de quien era ese tipo y
sinceramente no le interesaba. Vestía raro y tenía cara de loco, además estaba
llorando y no le gustaba que nadie lo viera llorar. Y menos por esa perra
malagradecida. Pero si sabía quién era el miserable que los presento. Gerard.
Ese cabrón hasta muerto seguía perturbándole la existencia.
- Lo siento, no…
- No importa, me enteré que vives con Frank
¿Están juntos?
Ahora sí Michael levantó la cabeza. ¿Quién rayos era este tipo?
- ¿Cómo sabes eso?
- Me lo contó Gerard
- Gerard está muerto – dijo Pedicone
- Si, bueno, me lo dijo antes de morir
- Ya
- ¿entonces si están juntos?
- Bueno, si... no, espera, no… ya no – dijo
rompiendo en llanto
- ¿Paso algo?
- Bueno… oye en realidad, prefiero…
- Tranquilo. No eres el único al que esa
perra le rompió el corazón
- ¿De qué…? ¿De qué hablas?
- Yo también me acostaba con él
- Ah…
- No te preocupes, fue ya hace algún tiempo.
Era el consuelo de Frank, cuando Gerard lo dejaba
Pedicone se cabreó más. Primero, porque él pensaba que era el
único consuelo de Frank. Segundo, porque Frank se había abierto de piernas con
alguien más, posiblemente en el tiempo en el que también se abría de piernas
con él y con Gerard claro. Tercero, ese sujeto ya le caía mal. Sobre todo porque
si lo veías bien… tenía un parecido a Gerard. Sí, eso. Se parecía a Gerard. Su
forma de hablar, de vestir, no sé. Pero algo tenía.
- Oye… quiero estar solo
- Descuida, ya me voy. Sólo te doy un
consejo. Si quieres a Frank, cómo parece que haces… si, digamos que tu llanto
te delata. Búscalo. Y hazlo antes de que sea demasiado tarde. Ya sabes cómo es
Frank. Lo más probable es que a estas alturas ya esté buscándote reemplazo.
Los ojos de Michael se abrieron como platos y se cabreó aún más.
Por qué sabía que ese tipo le estaba diciendo la verdad. Frank no podía estar
sólo ni un minuto. Siempre estaba mendigando amor a alguien. Sobre todo, estaba
mendigando sexo.
Necesitaba a Frank. Necesitaba volver con él. Joder, lo quería.
Realmente lo quería. No podía permitir que Frank busque a alguien más. No podía
concebir esa idea. Frank era lo único que tenía.
Michael tiro los únicos billetes que traía en el bolsillo en la
mesa y salió del bar casi corriendo.
Shaun de pie en la mesa aún, esbozó una sonrisa.
Pedicone prácticamente se aventó en el auto y manejo a toda
velocidad.
No tenía idea de cuánto tiempo había transcurrido dando vueltas y
menos en el bar. Esperaba que en ese tiempo, Frank aún no le haya buscado
remplazo.
A medio camino, el auto comenzó a pedir gasolina. Tenía el tanque
vacío.
Mierda.
Corrió lo más rápido posible a un grifo, pero quedo a un kilómetro.
Empujo el auto en todo ese trayecto. Sacó su billetera y sólo tenía 75
centavos. Busco bien y encontró su tarjeta de crédito. Bueno, la tarjeta
de crédito que su esposa muy gentilmente le había dado para sus gastos. ¿La
habría cancelado?
Michael la introdujo en el tanque de gasolina y marco la clave.
La tarjeta seguía activada. Pedicone sonrió y llenó el tanque.
Mientras entró al market del grifo y compró con la tarjeta un ramo de rosas
rojas y condones. Luego se arrepintió, cuando su ex mujer vea la cuenta, iba a
matarlo. Pero ya estaba hecho y era por una buena causa.
Reconciliarse con Frank.
Con una sonrisa en los labios estacionó el
auto, metió los condones en sus bolsillos, y sostuvo el ramo de rosas.
Cuando introdujo las llaves en la
cerradura se percató que la puerta había sido forzada. La chapa
estaba rota. Entro a la casa, avanzó despacio y algo lo golpeó.
Lo rompió. Le partió la cabeza en dos. Y también el corazón.
Fue ahí, donde empezó la noche para él.
Cuando volvió en sí. No podía abrir los
ojos. Es más no los sentía. Sólo vio tinieblas. Lo peor de todo, era que no se
podía mover. Su cuerpo no respondía.
La siguiente vez, algo pudo ver con un
solo ojo. El otro estaba muerto. Destrozado. Todo
para él eran imágenes difusas, borrosas. Tampoco escuchaba. Estaba
casi sordo del todo. La voz no le salía. Ni siquiera un gritillo,
un gruñido. Nada. Sus músculos seguían sin responder y su ojo
nublado se cansaba rápido y lo llevaba a las tinieblas. Hasta que
un día, su cuerpo poco a poco comenzó a responder. Empezó a
escuchar mejor. Y su visión poco a poco se iba esclareciendo.
Mientras la sangre se derramaba alrededor suyo.
Pedicone vio a su enfermera y lamentó no haber hecho nada por
ella. Quizás con mucho esfuerzo, podría lanzarle algo en la cabeza a uno de
ellos. ¿Pero a los dos? Mikey estaba enloquecido y Frank… estaba loco.
Completamente loco. Así que se quedó quieto como siempre. Escucho
sus voces, sus gritos, hasta que la voz de Mikey se apagó. Estaba
muerto, no tenía la más mínima duda. Luego hubo un silencio.
Y llanto. Frank lloraba. Lloraba desconsoladamente.
¿Era Frank?
¿Seguía viendo a un encapuchado o es que ya se dio cuenta de que
no existía?
El perro que Frank rescató de la carretera a la casa. Olió a
Pedicone y a la enfermera muerta a sus pies. La lamió. Michael levanto el pie
para ahuyentarlo, pero el perro lo ignoró y siguió lamiendo la sangre de la
muerta. Michael estuvo a punto de levantarse de la silla de ruedas para así
impedir que el perro se coma a su pobre enfermera, pero se quedó sentado por el
grito furioso que vino de dentro de la casa. No parecía una voz
humana. No, es que él no era humano, era un maldito monstro.
¡Trash! Un sonido de vidrios rotos vino de fuera de la casa.
Ras,…. ras,… ras… unos pasos furiosos de acercaban hacía el sonido
de vidrios.
Frank avanzaba con un cuchillo en la mano.
Su rostro estaba lleno de lágrimas. Sus ojos estaban hinchados.
Pedicone no podía reconocer al sujeto que caminaba cerca de él con
un cuchillo en la mano. Ese no era su Frank. No, no era el hombre por el perdió
la cabeza. No podía ser el mismo, por quien dejo a su esposa, se peleó con su
familia y se quedó sólo, prácticamente en la calle.
Pedicone quiso levantarse, empujarlo, arrancarle la ropa. Besarlo
y poseerlo. Hacerle recordar quien era. Hacerlo volver en sí. Pero tuvo miedo.
Se quedó en silencio, mirando a punto fijo con su único ojo bueno.
Intentó no respirar, no emitió el mínimo.
Frank sin embargo, emitía soniditos extraños. Se reía, pero a la
vez lloraba.
- Oh Gerard, mi amor yo sólo quería… – dijo
al final y se arrodilló en el umbral de la puerta –Yo sólo quería… un poquito
de ternura – susurró tocándose la cabeza – No es mucho pedir ¿sabes? Sólo un
poquito de verdad, de amor
El sonido de los vidrios cayendo por pedazos lo atrajo. Un brazo
salía de la camioneta arrancando los cristales adheridos en el borde. Otro
brazo ayudando a quitarlos y poco a poco se empujaba hacía afuera.
¿Quién estaba en la camioneta?
Los brazos eran pequeños. Delgados.
¿A caso Frank tenía a sus hijas…?
Lily no podía ser. Sus brazos eran más gorditos. Además, no la
veía arrancando vidrios, si no, llorando dentro. Cherry. Ella tenía que ser.
Pero… ¿Qué hacía Cherry con Mikey y Frank? A menos que… sea la hija de Gerard.
Los brazos desesperados arrancaban los vidrios con fuerza. Unos
grititos de dolor venían. La sangre de sus manos se pegaba en los cristales.
Poco a poco la cabeza salió.
Tenía que salir de ahí ha como de lugar. El tiempo se estaba terminando.
Había demorado tanto en romper el vidrio. Tanto. Sus manos sangraban. Los
vidrios estaban por todas partes, pero no importaba. Que importaban los cortes.
Ella se había hecho unos más profundos y seguía viva.
Frank observó la escena con el cuchillo en mano y seco sus
lágrimas. Avanzo despacio hacía la camioneta y habló tiernamente
- Te vas a cortar cariño, déjame abrirte la
puerta ¿Si? – le dijo Frank con ternura
¿Puedo ser la única esperanza para ti?
Bandit comenzó a gritar y se lanzó nuevamente hacia el coche.
Se golpeó la cabeza y Cherry apareció de repente en su mente.
Cherry siempre estaba en su mente, aunque se empeñara en negarlo.
- ¿Me quieres?
Bandit beso los labios de Cherry. No le dijo que la quería. No era
necesario. Cherry sonrió y se besaron otra vez.
- Síguele la corriente, mi papá está un poco
loco desde que el tuyo murió – le dijo Cherry acariciándole el cabello
- …
- ¿Pasa algo?
- Si no vuelvo en una hora, búscame
- ¿Qué?
- No puedo decírtelo ahora… no me dejes
sola, si me quieres, no me dejes sola
- ¿Sucede algo? Estas temblando Bandit tu
nunca tiemblas ¿Qué sucede?
- Por favor… - suplicó Bandit
Cherry la abrazó. Beso sus labios. Bandit estaba fría. Asustada.
Frank apareció de repente, su mirada estaba perdida. Beso a su
hija en la frente y se llevó a Bandit.
- ¿A dónde van papá?
- Voy a llevar a Bandit a ver a Alicia
- ¿Puedo acompañarlos?
- Alicia no es tu familia. Quédate cuidando
a tu hermana y no salgas
- Pero…
- ¡No salgas! – gritó su padre dando un
fuerte portazo
Bandit parpadeó por un instante.
¿Realmente iba a morir ahí mismo?
Estaba mareada por el golpe, por Cherry.
Los recuerdos la abrumaban.
Cherry la abrumaba. Su amor por ella la abrumaba.
No era correcto.
No podía quererla.
No.
No podía querer a la hija de ese loco de mierda.
Pero sus besos aparecieron otra vez. Cherry, le sonreía. Le decía
que la quería. Que estaría con ella por siempre. Su padre bajaba dentro de ese
frío ataúd y Cherry apretaba su mano. La apretaba y le repetía que la quería.
Todo estará bien. Yo estaré contigo siempre.
- Siempre he pensado que yo no te gusto – le
dijo Frank con ojos tristes, volviéndola a la realidad
- Cherry nos espera en casa ¿Ok? Llévame con
ella
- Tu papá me ama ¿sabes? Ahora que tu mamá
murió, nos vamos a ir a vivir juntos lejos
- Mi papá está muerto. ¡TÚ LO MATASTE!
- Tú no me quieres Bandit, no me quieres
como tu segundo papá, por eso tengo que deshacerme de ti ¿entiendes? – dijo
metiendo la cabeza en la camioneta.
Bandit le lanzó una patada en la quijada. Frank se la tocó y le
cayó una lágrima del rostro.
- ¿Sabes? Gerard hace lo mismo. Cuando se
enoja también me pega, a mí y hasta a las niñas…
- Déjame en paz, ¿Dónde está mi tío?
- Tengo que deshacerme de ti para que él sea
bueno otra vez, tú lo amargas, tu madre lo amargaba
- ¡MIKEY! ¡AUXILIO AYUDENME POR FAVOR!
Frank forcejeó la manija de la puerta, pero esta no cedía. Con el
cuchillo en la mano introdujo su cuerpo en la ventana y cogió fuertemente a
Bandit con ambas manos, arrastrándola hacia afuera. Esta gritaba
histéricamente, mientras se defendía con todas sus fuerzas. Pero era inútil.
Al fin el cuerpo de Bandit salió arrastras de la camioneta. Tenía
vidrio roto pegado en el cabello y la espalda.
Frank la lanzó al asfalto, mientras sus lágrimas seguían cayendo
por su rostro
- Lo siento Bandit, pero tu papá es malo
cuando esta con ustedes. Es malo conmigo. Muy malo ¿sabes? – dijo pisando la
pierna de Bandit
- No me mates, por favor – dijo con el
rostro lleno de dolor
- Además, no me gusta que estés con mi hija.
Ustedes los Way son malos con nosotros.
La otra pierna de Frank pisó el estómago de Bandit, haciéndola
chillar de dolor. Este se sentó sobre ella sin quitarle la vista de los ojos.
Sus ojos verdes, grandes. Esos ojos hermosos de Gerard. Su Gerard. Las lágrimas
comenzaron a caerle nuevamente por el rostro. La cuchilla temblaba en sus manos.
- Si él tan sólo me hubiera dado un poquito
de amor
El cuchillo rozó la pupila de Bandit, al mismo tiempo que una
piedra grande cayó sobre la cabeza de Frank. Michael Pedicone apareció detrás
de ellos con el rostro desfigurado, una cojera y mucha cólera por dentro.
No podía permitir que Frank siga lastimando a más gente. No iba a permitir que
mate a una pequeña. No. Frank cayó desmayado sobre el cuerpo de Bandit, quien
se escabulló y se levantó rápidamente del suelo. Aún podía sentir
el frío del cuchillo en su ojo. Se puso a llorar de nervios, mientras abrazaba
a Michael Pedicone.
- asss llaaaes lel auttto? – preguntó
Pedicone
Bandit estaba en shock. No escuchaba a Pedicone. En su mente
rondaba su padre gritando, empujando a Iero, golpeándolo.
No me dejes. Repetía Frank. Por favor, no me dejes.
Ambos le arrancaron la ropa, lo lanzaron al suelo.
Jarrod riéndose. Frank chillando. Su padre destrozándolo.
Agárralo Jarrod. Agárralo fuerte, a ver si se le quitan las ganas
de enviar anónimos.
¿Estará muerto? Preguntaba Jarrod. Gerard estaba nervioso.
Mierda, lo matamos. ¿Frank? ¡Frank, despierta!
Un sonido fuerte.
Un grito.
Jarrod cayó muerto al suelo.
Frank tenía los ojos volados.
Un guante negro. Una capucha negra.
Su padre sangraba. Agonizaba.
Los mataste, repitió.
Los mataste Frank. Los mataste. Estás loco, loquito.
Todo había pasado muy rápido. Ella se había escondido.
Lo siguiente que supo, fue que su padre había sido encontrado en
un acantilado muerto.
- Ass llaess? – insistió Pedicone
Bandit lo miró y se asustó. Su rostro desfigurado, estaba rojo por
el esfuerzo. Ella lo miró y movió la cabeza a ambos lados. No sabía dónde
estaban las llaves. Si lo hubiera sabido, se abría largado hace mucho rato.
Michael tomó su mano y la jaló hacia el bosque. Bandit
estaba tan asustada, que dudaba si seguir al deforme ese, o meterse a buscar a
su tío en la casa.
- Aammos – decía Pedicone jalándola
En eso, Frank comenzó a recobrar el conocimiento y vio a Pedicone
de pie.
- ¿Michael?
Pedicone levanto una piedra del suelo. No era muy grande, pero era
una piedra. Le dolían las piernas por el esfuerzo.
- Nnn t mmmuvass
- Oh Michael, estás bien
- ¡Quiiiiieto!
El sonido de un auto se acercaba a la casa. Bandit hecho a correr
hacia este, mientras Pedicone intentaba moverse del lugar, pero no podía. Las
piernas lo estaban matando. La cabeza le estallaba de dolor. Y su ojo, poco a
poco volvía a las tinieblas.
La piedra que tenía en la mano se cayó a sus pies, mientras Frank
muy despacio, se incorporó con el cuchillo en la mano.
Pedicone quiso escapar, pero su cuerpo se rindió. Frank se lanzó
sobre él con el cuchillo en la mano, pero cayó de bruces al suelo en el momento
que iba a apuñalarlo.
Michael abrió el único ojo casi ciego que le quedaba a ver qué
demonios había pasado, pero su visión cada vez estaba más borrosa. Lo único que
pudo ver, fue una sombra oscura arrastrando el cuerpo de Iero hasta la casa.
Cuando volvió a abrir el ojo, estaba en un hospital, con su ex
esposa, sus hermanos y su madre alrededor suyo.