miércoles, 23 de noviembre de 2011

Capitulo XX


 20











La luz ha desaparecido.
La gente que lo acompañaba en casa también.
Escucha el histérico aullido del viento contra las ventanas, sabedora de que están solos, de que el esta solo.
Esta vez no había sido una pesadilla, él había regresado.
Y estaba furioso, muy furioso.
¿Puedo ser tu única esperanza?
Geezy
Mi Geezy Gerard.
Lo había visto.
No había sido un sueño, claro que no, por eso el había regresado, le había sonreído, estaba flaco, desgarbado, lleno de ojeras, pero vivo, muy vivo y le había dicho que se veía muy guapo antes de darle una pequeña serenata por su cumpleaños.
40 años…
La última vez que vio a Gerard estaba por cumplir los 39, aun tenia 38 y… él le había prometido hacerle una gran fiesta a los 40, un concierto para él, donde invitaría a un montón de gente y luego se largarían a las vegas donde se casarían probablemente estando muy borrachos y se besarían entre los tragamonedas sin importarles las cámaras de seguridad.
La serenata no había durado mucho, la sombra había aparecido, el encapuchado estaba ahí, había presenciado todo y ahora estaba en algún lugar de la casa derramando más sangre, arreglando cuentas con inocentes.
Quizás el puso predecir esto y estar más al pendiente, pero… estaba tan emocionado con haber visto a Gerard, con que sus hijas aparecieran tempranito en su casa con regalos y un pastel de mora echo por sus manos, que se olvido del tema, enterró al encapuchado y siguió en su nube de felicidad. Cuando cayó el sol las cosas se animaron mas, aparecieron sus amigos, técnicos de la banda y otros más en su casa, venían disfrazados y con una amplia sonrisa en el rostro. Recibir sus abrazos, su cariño, hizo que Frank sintiera que su vida estaba mejorando, que todo al fin iba a volver a la normalidad, pero estaba equivocado, tan equivocado…


- ¡Y que tal esta el cumpleañero! – gritó Ray quien ya traía los ojos brillosos por el alcohol, habían pasado un par de horas desde que llegaron todos
- Más feliz que nunca, ha sido un día espectacular desde las 12 de la noche
- ¿La pasaste acompañado?
- Eh… si, algo así
- ¡Buena Frank! Me alegro por ti, por esta actitud tuya nueva, la verdad pensamos que te quedarías encerrado el resto de tu vida en tu casa, la verdad nos sorprendió tu invitación, pensamos que estabas molesto – le dijo Ray pasándole un brazo en la espalda, en esa mano tenia una latita de cerveza, mientras con la otra mano tenia el paquete completo
- ¿molesto?
- Si, ya sabes por la entrevista
- ¿de que hablas Ray?
- ¿no lo sabes?
- ¿saber que?
- Oh bueno, como soy el único de la banda aquí… Mikey no ha venido
- ¿Cómo que eres el único? ¡Somos dos aquí!
- Ah Frank, que mierda todo esto
- ¿Qué?
- Nada, mejor hablamos después de tu fiesta y sigamos celebrando, por cierto buena idea comprar toda la cerveza
- ¿no la han traído ustedes?
- ¿Te encuentras bien?
- Si, pero no entiendo todo lo que me dices, no te envíe a ti ni a nadie ninguna invitación, ni estoy molesto por ninguna entrevista de no se quien por que no se de que se trata y tampoco compre cerveza
- ¿No te acuerdas? En la mañana vino tu personal a dejarme las latas de cerveza a mi casa
- Yo no eh enviado a nadie, no se de que rayos hablas


¿De que rayos hablaba Ray?
El estuvo durmiendo toda la mañana. Había tenido una jodida resaca gracias al idiota de Mikey que gracias a Dios brillaba por su ausencia. El no había pedido nada de cerveza, es mas no había invitado a nadie a su casa, tenia la minima esperanza de que Jamia traiga a sus hijas, pero a los chicos de la banda, no, no tenia idea de que eso ocurra. No los veía hacia tanto tiempo, que por un momento pensó que se habían olvidado de él. Además ¿de que entrevista hablaba? ¿Habían entrevistado a Ray? ¿Qué carajo había dicho?




- Hola Ray – la ex esposa de Frank apareció ante ellos, traía su bolso y el de las niñas colgado en el hombro
- ¡Querida Jamia! ¿Cómo haz estado? – dijo dándole una palmada amistosa en la espalda - ¿Acabas de llegar? No te había visto
- Si, vengo por mis hijas – le contesto intentando sonar lo mas cordial posible – Frank ¿Te molestaría si un par de chicos me acompaña a casa con las niñas?
- No, en absoluto pero ¿Qué paso con Alejandro y el otro?
- ¡Alejandro! Ese y otro gordito fueron quienes me llevaron las cervezas
- ¿Qué cervezas? – preguntó Jamia
- ¡Las que estamos tomando pues! – dijo mostrándole el empaque de cervezas
- ¿Qué cosa? o sea que dejaste a tus hijas sin seguridad para que te organicen la borrachera
- No se de que rayos hablas, yo no eh mandado a pedir ninguna cerveza
- Si claro, mira Frank no quiero discutir contigo delante de tus hijas, por que tu Ray y los demás borrachos estos me importan una mierda – dijo mirando con rencor a Ray mientras caminaba y se alejaba de él - así que despídete de tus hijas, me voy con Brando y otro más – le gritó caminando, Frank la seguía desconcertado
- No, espera Jamia, esto debe ser un mal entendido, te juro por Dios que no mande a pedir ninguna cerveza,
- No me des ninguna explicación, no la necesito, no te voy a creer igual
- ¡Carajo! ¡Tienes que creerme!


Pero Jamia ya se iba, Frank dejo de pie a Ray quien seguía dándole término a la cerveza y se acercó a ella quien llamaba a sus hijas que estaban bailando con uno de los amigos de Frank.


- Llévate 3, a Brando y a 2 mas, es suficiente para mi quedarme con 2 y la enfermera


Jamia tenía en la boca decirle muchas cosas, es más, tenia ganas de tirarle una bofetada y partirle el labio, pero sus dos hijas se acercaron corriendo y abrazaron a su padre por la cintura. Entonces una vez mas, Jamia tuvo que tragarse lo que tenía que decir y calló como siempre.


- Despídanse de su padre
- Papito ¿nos vemos mañana? – preguntó Lily
- Si mi amor, mañana las llamo ¿ya?
- ¿No estarás ocupado con tío Mikey? – preguntó Cherry y soltó una risita, los ojos de Jamia brotaban fuego
- No cielo, eso no va a pasar – le dijo Frank, agradeciendo que no halla ido a su casa
- Entonces mañana venimos de nuevo – dijo Cherry
- ¡Te quiero papi! – gritó Lily apachurrándolo
- Yo también – dijo Cherry
- Y yo a ustedes – les dijo Frank besando en las mejillas a sus niñas


Ambas corrieron a la camioneta con Brando quienes les abría la puerta. Frank le hizo señas de que se lleve a 2 chicos más. Jamia por su parte no se había movido del lado de Frank. Seguía ahí parada, esperando quizás que sus niñas se acomoden en el auto, se distraigan con el celular para reventarle la boca de una bofetada a su ex marido o simplemente quería que se le pasara la colera.


- Jamia ¿estamos bien?
- No, no estamos bien desde que me dijiste que te revolcabas con Gerard mientras éramos novios, ahora no tengo por qué fingir que estoy bien contigo
- Pero… tú y yo ya no estamos…
- Es por las niñas, de solo pensar que ese miserable les hacía algo y tú no hacías nada… mejor me voy, no quiero matarte delante de nuestras hijas
- Jamia…
- Eres una mierda Frank, una gran mierda ¡Quitarle la seguridad a tus hijas por emborracharte con tus amigotes!
- ¡No eh mandado a pedir ninguna cerveza! ¡Es que no puedes creerme!
- Hey Frank, gracias por las chelas, ¡salud! – gritó Matt
- ¡Eres un...! – gritó Jamia enojada - ¡Adiós!
- Espera, no te vayas así, tienes que creerme
- ¿Creerte? ¿Por qué debería creerte? – dijo mirándolo, por un extracto de segundo su vista se desvió hacia las mascarás como si reconociera a alguien debajo de ellas- te dejo en buena compañía – le dijo
- ¿a qué te refieres?


Jamia se fue corriendo hacia la camioneta, tenia el rostro irritado, si se quedaba un minuto más, iba a terminar explotando y no se iba a perdonar romperle la cara a su ex marido ante la mirada suplicante de sus hijas pidiéndole que no golpee mas a papi. Así que se fue sin responderle, él tampoco quiso preguntarle más, pensó que era mejor no abordar más en la imaginación de su ex esposa, en sus celos enfermizos después de divorciados. Jamia estaba loca, y jamás iba a aceptar que la había dejado de amar hacia mucho tiempo.
Pero eso no era lo que en este momento le inquietaba en ese momento. ¿Quién había enviado esas cervezas? ¿Quién había invitado los chicos? ¿Qué cosa había dicho Ray en esa entrevista? ¿Dónde estaba Alejandro y el otro? ¿Por qué Jamia no le creía? Bueno, para eso si tenía respuesta, no le creía por que se había acostumbrado a mentirle y ella lo sabía.
Entonces trató de encontrarle sentido a todo lo que estaba pasando y lo que vino por su mente no fue nada agradable. ¿Había regresado? ¿Estaba ahí? Alguien subió el volumen de la música como respuesta a las preguntas mentales de Frank y todos comenzaron a verse más ebrios, las latas de cerveza armaban una alfombra en la sala de Iero, todo era risas, gritos, charlas en gritos, alguna que otra pelea, abrazos, más risas y muchas, pero muchas más mascaras. ¿Había entrado más gente? ¿Quiénes eran?
Comenzó a acercarse a las mascaras que creía recién ver y comenzó a empujarlos y quitárselas, la gente en la fiesta se desconcertó, pero tampoco le hizo mucho caso a Frank, dado que todos estaban totalmente ebrios.
En medio de los gritos que Frank había comenzado a lanzar exigiendo que todos se quiten los disfraces, alguien paso a su lado, junto con un grupo de mascaras riendo y conversando alegremente. La diferencia es que ese alguien no reía, ni tenia una conversación alegre, ese alguien gruñía, había gruñido al pasar a su lado, había gruñido de la misma manera en la que apareció en su vida para destrozarle los huesos y hacerle una colonoscopía con una botella. Un gruñido como el de un animal cuando se prepara para atacar, cuando te avisa que te ara pedazos si no haces algo, si no corres y te escondes, aunque sea debajo de tu cama.
Los nervios le habían entrado, su cuerpo comenzó a temblar. La gente en la casa lo ignoraba y seguían tomando, seguían riendo, el volumen de la música cada vez era más alto. Una mano ajena tocó su cintura, Frank se asustó y dio un grito, cuando volteo una mascara resoplaba en su cuello.


- Feliz cumpleaños mi amor- dijo la voz, esa voz… ¿Dónde había escuchado esa voz antes?


La sangre de Frank se heló. Era él. Había vuelto. El había invitado a todos, había pedido la cerveza, se había llevado a su personal, había subido el volumen de la música, había aparecido ayer en su serenata nocturna. El maldito estaba ahí, tocándola la cintura, presionándola, respirando en su cuello.
¿Hace cuanto estaba aquí? ¿Lo había saludado? ¿Había comido el pastel de moras de sus hijas?


- ¿Me extrañaste? – dijo apretándolo de la cintura
- Tú…- susurró Frank
- Tienes cinco minutos para armar un escándalo y sacar a todos a patadas, si no quieres que les abra las tripas
- No, por favor - suplicó
- Cinco minutos, ni uno más


La mano se retiró de la cintura de Frank y el sujeto se alejo de su lado, más tarde el vería una marca rojiza provocada por la presión, y Frank quedó echo un manojo de nervios.
¿Hacer un escándalo? No podía echar a sus amigos así, parecería un loco, tan loco como el encapuchado. Se puso nervioso no quería que les saque las tripas a sus amigos, no quería que les pase nada, vamos eran sus amigos de toda la vida, los quería y ahora mas que se habían acordado de su cumpleaños. Aunque… ellos recibieron una invitación y Frank no envió nada, había sido el encapuchado, pero con que fin los traía y luego pedía que arme un escándalo y los saque a patadas. En el umbral que daba al comedor, estaba el encapuchado de pie mirándolo, traía una máscara encima de conejito y los brazos cruzados, en una de las manos brillaba un filoso cuchillo. Frank caminó hacia el equipo de música sobre la alfombra de latas de cerveza que había, Dios habían demasiadas, como para emborrachar a todo un estadio, y empezó a buscar el botón para apagarlo, pero no sabía cual era. Es más, era la primera vez que escuchaba música de ese equipo. Jamia lo había comprado hacía años cuando estaban casados y ella era la única que sabía usarlo, o al menos daba por sentado eso. Entonces se pegó a la pared y comenzó a buscar el enchufe. Sin electricidad, no hay música. Lo desconectó de la pared e inmediato escucho un gran OHHHHH


- ¡Largo todos! – gritó Frank sintiéndose de lo peor
- Hey amigo ¿Qué pasa? – dijo Matt apoyando su cabeza en el hombro de Frank
- ¡Quiero que se vallan de una vez! – gritó Frank empujando a Matt, quien cayó estrepitosamente al piso, no solo por el empujón si no por que estaba muy borracho - ¡No puedo creer que estén aquí después de la entrevista!


Frank no tenía idea de lo que hablaba. Por Ray minutos antes se había enterado que debería estar enojado por esa entrevista que dieron, pero el ignoraba por completo, de igual forma asumió que no decía nada bueno, entonces lo uso como excusa para sacar a la gente. Pero la gente no se movía, es más el único que le había prestado atención había sido Matt por que había estado casi babeando a su lado.


- ¡Largo carajo! ¡Fuera de mi propiedad!
- ¿Dónde se prende la música? Ah ya encontré el enchufe – dijo uno de sus amigos, Daniel, un técnico de la banda, quien había conectado nuevamente la música.


Frank corrió hacía el y quiso desconectar el aparato, pero Daniel no lo dejo pasar y lo empujo. Frank cayó al suelo y su mirada se cruzo nuevamente al encapuchado quien no le quitaba la mirada de encima.


- ¡Lárguense no me escuchan! – gritó nuevamente y comenzó a empujar a Ray - ¡Vamos Ray! Largo de aquí tu y todos estos traidores – gritó Frank, sin saber exactamente lo que gritaba
- ¡No me toques carajo! – gritó Ray - ¿Traidores? vamos, no dije nada en esa entrevista que no sea cierto, tu te follabas a Gerard ¿o vas a decir que no?
- Ray, tienen que salir de acá, no puedo explicártelo ahora, pero deben irse, corren peligro
- Joder, si que estás loco, no mentí cuando declare, ¡estás chalado Frank!


En eso Bob quien fue baterista de la banda y otro sujeto comenzaron a pelear. Jeff, quien en algún momento fue manager del grupo se puso a vomitar en la sala y otro sujeto que no reconocía dormía placenteramente en el sofá. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Un minuto? ¿Dos? El encapuchado desde el umbral, dejo caer unicornios de cerámica que habían ganado sus hijas en una feria hacia unos años, la pieza se hizo añicos en el suelo. Un par de chicos reaccionaron y buscaron de donde venía el ruido. Entonces Frank lo entendió todo, al fin lo entendió todo. Ray había dicho que no mintió cuando dijo que estaba chalado y el encapuchado quería ayudar a que ello se haga realidad, claro si es que ya no había perdido la chaveta desde que había aparecido. Así que Frank se resigno, no podía dejar morir a sus amigos, ni a Geezy Gerard, ya se le ocurriría algo después, una forma de sacarlo de ahí, pero por ahora debía romper cosas y actuar como un demente. Corrió hacia la pequeña chimenea y comenzó a lanzar los cuadritos y adornitos de cerámica que quizás Jamia o sus hijas habían colocado, y los hizo añicos sobre los cuerpos con máscaras llenos de cerveza.


- ¡Que te pasa maldito chalado! – gritó alguien
- ¡Fuera de mi casa! ¡No quiero verlos aquí! ¡Nadie los invitó!


Si, fue el encapuchado. El los invitó.


- ¡Loco de mierda! ¡Eso me dolió!
- ¡LARGO DE AQUÍ FUERA TODOS!


La mayoría de los amigos de Frank, por mas borrachos que estaban se sentían desconcertados. ¿Qué carajo le pasaba al enano? Esta bien, había muerto su compañero, que públicamente era el esposo de alguien, pero todos sabían que era su compañero, su amante, su novio, el sujeto que estuvo a su lado por 20 años ya no estaba más y claro, el casi muere, en mas de una oportunidad por un sujeto loco que posiblemente era un fanático de una de las bandas en las que participo y quería un polvo con el, un polvo no consentido, un polvo sangriento. Pero… ¿botarlos habiendo tanta cerveza en casa?


- ¡Eh dicho que se larguen! ¡Fuera de mi casa!


Sus amigos, o los que eran sus amigos antes de que un muñequito de cerámica se rompa en su cabeza, salieron maldiciendo a Frank y pateando lo que encontraban en el camino. Otros dieron un par de puteadas y se encaletaron la cerveza que aún quedaba y se la llevaron para el camino. Sin embargo, Bob intentó hacerle la bronca. Se lanzó sobre el gritándole que era un maldito loco de mierda y que iba a pagar muy caro esto, pero Jeff lo retuvo y se lo llevo fuera de la casa. Los dos hombres de seguridad de Frank reaccionaron tarde a este hecho y empezaron a sacar a los borrachos que aun se arrastraban en la sala.


- Ustedes dos – dijo dirigiéndose a los hombres que quedaban de su seguridad ¡también váyanse! ¡Quiero estar solo!


No, la verdad es que no quedarse a solas con ese loco de mierda, pero no tenía otra alternativa. Ambos hombres asintieron en silencio mientras seguían sacando borrachos y Frank corrió hacia su habitación para encerrarse ahí, pero subiendo las escaleras se choco con algo, con alguien. Un par de ojos verdes opacos se cruzaron con los suyos. Sus dientes podridos, marrones, apestosos se exhibieron debajo de la capucha negra. Su lengua rasposa se acercó a su rostro asustado y lo lamió. Gritó e intento huir pero el encapuchado lo agarró de los brazos donde Iero después descubriría cardenales.


- Estoy furioso Frank, estoy muy furioso
- ¡Ya se van! Por favor, te lo suplico no hagas nada
- De verdad eres un jodido aguafiestas, ni siquiera puedes botar a unos cuantos borrachos
- ¡No! Por favor, no les hagas nada, te lo suplico, no volveré a hablar nunca más con la policía, te daré todo el dinero que tengo, todo
- Yo no quiero dinero estupido, quiero BORRAR SECUELAS – dijo levantándolo con ambas manos y tirándolo por las escaleras.


El encapuchado caminó sobre su cuerpo y fijo sus ojos verdes en la enfermera que entraba a la casa con Pedicone en la silla de ruedas, había estado ¿paseándolo en el jardín de noche?
La mujer se quedó mirándolo llena de terror, mientras el encapuchado le sonreía con sus dientes podridos
El encapuchado levantó un adorno de la casa de metal que estaba en el piso y corrió a su encuentro donde comenzó a golpearla fuertemente en la cabeza hasta que sus sesos se desparramaran. Michael Pedicone, había mantenido su único ojo abierto mientras le destrozaban el cráneo a su enfermera, cuando el encapuchado terminó giro la vista hacia él, quien cerró el ojo bueno, esperando que el cuchillo le rebane el cuello a él también, pero el encapuchado solo lo miró con asco y se quedo mirando a los borrachos que aún quedaban en el jardín.
Frank se levanto del piso con cuidado de no hacer ruido mientras el encapuchado seguía derramando sangre. Sabía que si se quedaba un minuto más ahí el siguiente sería su cuello. Corrió por la casa dejando a Michael Pedicone en su silla de ruedas a merced del encapuchado y se encerró taponeando la puerta con su escritorio.
Prendió la luz de la habitación y descolgó el auricular, sabía que no se cansaría hasta matar a todos, que la vida de sus amigos quizás ya no se podía salvar pero la de Gerard, Dios que siga vivo, que no lo haya matado. Marcó el numero y pensó que la policía sabría quitarle la información lo obligarían a que revele el paradero de Gerard, pero todo quedo en nada cuando se dio cuenta de que no había línea. El encapuchado la había cortado. Busco su celular en toda la habitación pero no lo encontró. ¿Dónde estaba cuando lo necesitaba?
Unos quejidos se escucharon cerca, Frank temió lo peor y a pesar de ello, volteo la cabeza. Ray Toro, su amigo de toda la vida en la banda, donde había tocó la primera guitarra (Frank era la segunda), botaba espuma por la boca y se tocaba el estómago retorciéndose de dolor. Frank dio un grito histérico y de inmediato la luz se apagó en toda la casa. A oscuras se acercó hacia la cama donde yacía su amigo e intento vanamente consolarlo.


- Amigo lo siento tanto, lo siento muchísimo – dijo Frank sollozando


Pero Ray no podía hablar, su esófago estaba destrozada, su estómago también. Frank se fijo en las latas en el piso, todas traían el nombre de Ray. El encapuchado le había metido algo a la bebida, algún tipo de acido que lo había destrozado por dentro. El pequeño perro chusco que atropellaron semanas antes en la carretera a New Jersey, estaba temblando a los pies de la cama, daba pequeños aullidos de pánico. Frank lo cargó en su regazo y se sentó en la cama a lado de Ray quien ya había muerto.


- Todo estará bien Geezy – dijo al perrito – todo mejorará lo prometo


Pero no mejoró.
Al contrario.
Todo empeoró.
El encapuchado comenzó a golpear la puerta de su habitación, pareciera que corriera y la empujara con todo su cuerpo en un afán de romperla


- Oh vamos Frank ¡NO SEAS UN AGUAFIESTAS! ¡SAL DE AHÍ FUN GOUL, SAL DE AHÍ ANTES QUE YO TE SAQUE A PATADAS!


Pego a su pecho a Geezy en un abrazo interminable y se aferró a él pidiéndole a todos los santos que se vaya, que el maldito loco se vaya de una vez. El no podía morir. Simplemente no podía morir sin ver antes a Gerard en vivo y en directo, no en una fría video llamada.


- ¡TU LO PEDISTE! – gritó el encapuchado


Frank se metió debajo de la cama, mientras el encapuchado entro en la habitación y comenzó a jalarlo de las piernas. Por más que Frank intentó correrse, las manos del encapuchado lo arrastraron hacia la habitación. Estaba perdido.
Lo levantó de las axilas y lo tiro sobre la cama. Se echó sobre él y le sonrió con esos dientes podridos.


- ¡ADIVINA QUE TE TRAJE!
- Por favor, te lo suplico, no me hagas daño
- ¡Adivina!- gritó el encapuchado quien rosaba su erección sobre el vientre de Iero
- Te lo imploro, no me hagas daño, tengo 2 hijas
- ¡ADIVINA!
- No sé, Dios mío no tengo idea


El encapuchado arrastró hacia la ventana a Frank donde había unos cuantos rayos de luna iluminando, mientras metió su mano que traía los mismos guantes de siempre en el bolsillo de su pantalón, y sacó el regalito metiéndolo entre ambas palmas de Frank


- Esto es para que la próxima vez que quieras una serenata ¡me llames a mí Y NO AL JODIDO GERARD!


Frank abrió las manos y encontró un dedo. Un dedo con la sangre casi seca, un dedo con la piel blanca pero sucia, un dedo perfecto. El dedo de Gerard estaba sobre sus manos. Abrió sus palmas y lo dejo caer al piso gritando, corrió pidiendo ayuda, una ayuda que no era posible porque estaba solo, estaban solos en esa casa a las afueras de la cuidad.


- ¡Grita todo lo que quieras, me pone cachondo!


Corrió por toda la casa, cruzando la sala donde Michael Pedicone seguía ahí sentado, con la enfermera que lo cuidaba muerta a sus pies. Al otro lado estaban los dos tipos de seguridad con el estómago abierto, las tripas afuera. Frank gritó aún más y salió de la casa gritando pidiendo ayuda, pero era inútil, no había nadie cerca de su propiedad, al menos nadie vivo.
Corrió tanto, hasta que tropezó con algo en el jardín y cayó de bruces al suelo. En ese momento no se percató de que había chocado con el cuerpo sin vida de Matt Cortés uno de sus mejores amigos, su amante en algún momento y técnico de siempre de su banda, pues el encapuchado lo agarró del cabello y arrastro hacia la casa jalándolo de los cabellos. Frank seguía chillando en vano, esperando un milagro, pero eso no ocurrió.
El encapuchado lo aventó sobre los cuerpos muertos de los que en algún momento fueron la seguridad personal de Iero y comenzó a desgarrarle la ropa ahí mismo, relamiéndose por la sangre de los hombres que se pegaba al cuerpo desnudo de Frank.


- Te lo suplico por favor, no me hagas daño
- ¿Daño? ¡TE VOY A DAR LO QUE TANTO QUIERES! – dijo tocándose su miembro erecto - ¡POR ESO LE ENVIAS ESOS CORREOS A GERARD! ¡POR QUE QUIERES VERLO PARA QUE TE LA META!
- No, Dios mío no…
- Descuida, ya no creo que te mande ningún correo, esta con la manito mal – dijo echándose sobre Frank, aplastando aún más las tripas que Iero traía debajo de su cuerpo – ahora… ¡ABRE LAS JODIDAS PIERNAS!


Frank intentó zafarse vanamente, lucho con él lo que sus pocas fuerzas le permitieron, pero el sujeto era más fuerte, más listo y lo golpeó fuertemente en el rostro hasta partirle la nariz y su cara se llene de sangre.
Lo violó hasta que se cansó, había dejado de gritar, de moverse, quizás hasta de respirar. El cuerpo de Frank estaba destrozado por dentro.
El sujeto sacó un cuchillo lleno de sangre, sangre de su personal de seguridad posiblemente y le jalo el brazo a Frank quien al comienzo no se movió, pero luego entendió las intenciones del encapuchado. Iba a cortarle un dedo, iba a llevárselo a Gerard para seguir torturándolo como lo hacía con él.


- Si te mueves será peor – le advirtió – solo quiero un dedo a cambio


Penetró la cuchilla entre las articulaciones de la falange de su dedo índice y comenzó a desgarrar el dedo de Iero desde el nudillo arrancándolo mientras Frank chillaba de dolor. Lo había mutilado otra vez, primero fue su oreja, ahora un dedo, le había arrancado la mitad del dedo. El encapuchado acercó su cabeza al rostro de Iero y lamio la sangre que caía aun desde su nariz y apretó su boca apestosa a la de Frank y lo beso fuertemente.


- Te recomiendo que te deshagas de los cuerpos, luego de que te pusiste loco en la fiesta, creo que serias el sospechoso numero uno


Luego de decir eso, salió de la casa pateando los cadáveres que estaban en el jardín que Frank no había visto aún.
Las lágrimas se habían secado de sus ojos, pero el dolor lo hacia llorar, seguir llorando. Se levantó despacio sobre los cadáveres bajo suyo e intento incorporarse, todo estaba oscuro ¿Qué hora era? No importaba, tenía que hacer algo con sus amigos, con los cadáveres que ahora eran sus amigos, pero no sabía que. Se acercó a Pedicone y acurrucó su cabeza en sus piernas esperando que algo se le ocurra, pero lo único que ocurrió en ese momento, fue el sonido de un auto aproximándose a la casa.
Frank sintió miedo. ¿Y si el encapuchado llamo a la policía? ¿Y si eran ellos? ¿Si fue una trampa? No podía ir a la cárcel, tenía que encontrar a Gerard.
Camino cojeando hasta la entrada, la puerta había quedado abierta, no podía permitir que nadie entre. Pero caminaba despacio, las entrepiernas le dolían, el rostro le dolía, la mano le dolía. Se puso a llorar y cayó de rodillas a mitad de camino. Si era la policía le contaría la verdad y le exigiría que busquen a Gerard, que estaba en peligro que lo matarían pronto.
Pero no era la policía quien había entrado en su propiedad.
No, no era ningún policía quien miraba la escena de los cadáveres regados y mutilados, mientras Frank rezaba con los ojos cerrados.
No.
Algo peor que la policía había llegado sonriendo con una mueca torcida en el rostro.