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El
martilleo frenético del corazón de Frank retumbaba en las cuatro paredes de la
habitación. Su respiración agitada, su cuerpo tembloroso, sus manos mojadas de
frío sudor. Es él, siempre fue él, se repitió mentalmente, mientras veía los
ojos grandes, verdes, muy verdes de Gerard, que lo miraban como invitándolo a
hundirse en ellos otra vez. Una y otra vez más...
Por
un momento pensó en acercarse a él y dejarse llevar como siempre. Perderse en
sus ojos, su cuerpo, empaparse otra vez y dar vueltas en el limbo de una espera
eterna, como lo fue siempre su amor. Pero solo se quedó ahí, con el corazón
cada vez más acelerado, con ansias de besarlo, de caer otra vez en sus brazos,
de sufrir en silencio, a escondidas, a puerta cerrada, donde nadie pueda verlo,
donde todos vean a Gerard con con Lindsey, con Bandit, con Mikey, con Jarrod, con
cualquiera menos con él. Nunca más con él.
Gerard
siguió mirándolo, parecía que le estaba hablando con los ojos cómo antes.
Diciéndole cosas que Frank no quería escuchar, refregándoselo todo una vez más
en la cara, cuando Frank solo quería amor. Solo tu amor...solo quiero tu amor
Geezy. Pero yo no te amo, nunca te amé. ¿Es que no puedes entenderlo? Gerard le
sonreía y a Frank ya le ardían los ojos. El sí podía entender eso, pero no
quería. ¿Cómo rayos podría querer entender eso de que nunca lo amo? Solo eres
sexo, puro sexo. Una calentura del tour.
Sus
manos saltaron hacia sus oídos, tapando la voz de su amado que no se callaba en
su mente. Gerard por su parte comenzó a reírse de él.
¡Tú
me amas! ¡Me adoras Gerard, tú y yo somos uno! Le gritaba mentalmente, mientras
contemplaba los ojos verdes, que parecían comerlo con la mirada. El me ama, el
jamás me haría daño, se repetía mentalmente. Pero le había hecho daño. MUCHO
DAÑO.
Gerard
se reía frente a él, cómo todas esas veces en las que lo había humillado. Frank
se sentó en el piso y se hizo un ovillo. ¿Cómo rayos pudo? Las palabras que
tenía para él desde la última vez que lo vio, se quedaron atravesadas en su
garganta. No podía hablar. Tampoco tenía idea que cosa podía decirle ahora que
sabía que él era su torturador. Al ver esto, Gerard camino por la habitación
tocando los cuadros que estaban colgados, aquellos recuerdos que parecían
cobrar vida. Frank sintió como se cargaban de sus sentimientos, de voces, de su
voz, de Gerard, de su desamor, de su sonrisa, de sus golpes, de sus insultos,
de su capucha negra, sus malas costumbres, las veces que mato su amor.
-
Dime Frank, ¿Ya se borró mi olor de tu cama? –
dijo acariciando uno de los cuadros
Los
ojos de Frank comenzaron a escocerle. Gerard le sonrió y siguió viendo los
cuadros. En ese momento, los borrosos recuerdos de la última vez que lo vio
aparecían como fotografías con flash que lo cegaban sin retener una imagen fija
en la cabeza.
¿O
es que no quería recordar?
No me dejes, gritaba él en su recuerdo.
Pero lo dejó y cuando volvió con esa capucha negra...tampoco le dio amor. Nunca
le dio amor.
Lo
encontraste Frank, ahí está, frente a ti. Tanto que lo buscabas, y ha vuelto
por ti. Si, por ti. ¿Por qué no disfrutas un poco de él en vez de salir
corriendo como una gallina?
Porque
me va a matar. Se contestó así mismo. Gerard me va a matar. Pero quizás… eso es
lo que querías. Que él te mate. ¿Por eso lo buscabas no? Querías que vuelva
para que te viole, te insulte, te golpee, te corte en pedacitos. Si, Frank
masoquista, eso querías, una buena tunda, un escarmiento, mas secuelas en tu
cuerpo, en tu alma, en tu corazón...
Sus
latidos, su respiración agitada y los sonidos de los pasos de Gerard se
silenciaron todos en ese momento. Un silencio húmedo y pesado se cierne en toda
la casa. Cuando estuvo a punto de moverse del mueble, una serie de voces y
gritos de distintos tiempos empezaron a resonar en su mente. Eran conversaciones
pasadas con Gerard, eran sus gritos, era la risa de él. Con ambas manos, Frank
tapo sus oídos como si el sonido viniera de fuera y así pudiera apagarlos, pero
era inútil. Esos gritos estaban en su cabeza. En sus recuerdos. En su piel. En
cada parte de su cuerpo. Eran gritos de pavor, de suplica. Gritos de gente que
ya no existe.
¿Puedo ser la única esperanza para ti?
-
¿Es difícil borrar las secuelas que deje en ti,
verdad cariño?
-
Por favor… - suplicó Frank sin poder levantarse
aún
-
Oh Frank, ¿De verdad crees que vas a olvidar lo
que paso?
Los
ojos de Gerard ahora parecían ausentes. Lo miraban, y se perdían en algún lugar
de su mente. Sus palabras ahora carecían de vida, de amor, hasta de maldad. Y
eso era lo que más le asustó a Frank.
Despacio,
retrocedió temblando en el sofá y estuvo a punto de caer al suelo de espaldas.
Pero Gerard avanzó despacio y lo jaló nuevamente hacia el asiento del mueble
con fuerza, haciéndole doler las heridas que traía en la espalda, y se sentó
sobre él con las piernas abiertas, dejándolo indefenso bajo él.
-
Por favor… no me hagas daño – suplicó Frank,
haciendo reír estruendosamente a Gerard
La
sonrisa histérica de Gerard junto a sus ojos vacíos y perdidos, hicieron que
esos recuerdos borrosos de la última vez que lo vio como Gerard y no como el
encapuchado, aparecieran con nitidez en su mente. ¿Cómo recién ahora podía
recordarlo? Muy fácil, no querías pensar en ellos. No querías recordarlo,
querías olvidar todo. No se trata de olvidar, si no de recordar sin dolor, se
dijo involuntariamente. Pero él no podía recordar sin dolor. ¡NO PODÍA! Gerard
le dolía en lo más profundo de su alma, de su corazón magullado.
La
escena aparecía en su casa de New Jersey, podía ver el cuadro de ambos en la
mesa de centro en la sala. Su álbum de platino colgado, las muñecas de sus
hijas en el suelo. Gerard frente a él mascando un chicle, los brazos cruzados.
Y Jarrod a su lado.
Gerard
acarició suavemente el rostro de Frank, sacándolo de ese trance donde estaba de
la mano de Jarrod, riéndose, mirándolo. Frank se puso a temblar
¿Puedo ser la única esperanza para ti mi
amor?
Acaricio
su cabello con sus dedos y lo retiro de su rostro sudoroso. Tocó sus manos
lastimadas, besó su cabeza dolorida, y rozo suavemente su nariz con la de
Frank.
Gerard
se despegó de Frank suavemente y con el brazo jalo un pequeño cuadro sobre la
mesita de Frank
-
¿Recuerdas este día?
Frank
miró el cuadro, cómo todas las mañanas y tuvo ganas de gritarle a Gerard por
todo lo que había pasado, lo que recordaba, lo que aún su mente no quería
recordar. En el cuadro, ambos lucían sonrientes con un premio ganado en una
revista allá por el 2012. Frank tenía el cabello revoloteado y una chompa roja,
Gerard a su lado estaba con lentes, el cabello descolorido y las manos sobre
las caderas de Frank apretándolo hacia él. La foto había sido tomada con el
celular de Frank. Tras ellos, se veía un pequeño poster hecho por ambos, donde
lucían vestidos como fantasmas. La calidez de sus sonrisas, las miradas
cómplices y el calor de ambos cuerpos que se trasmitía en la foto, parecía
pertenecer a dos cuerpos totalmente extraños a los que ahora lucían como si
fueran desconocidos.
-
Si - soltó después de un largo silencio - lo
recuerdo... el video de los premios Kerrang, estábamos...
-
Enamorados - interrumpió Gerard
-
Yo aún... - quiso decir, pero se cortó en ese
momento
-
Me amas... ¿Es lo que ibas a decir? ¿Me amas a
pesar de que te deje por Jarrod?
Y
fue ahí, donde Frank comenzó a recordar todo.
Gerard
entro a la casa de Frank con la llave que este le había dado cuando aún vivía
con él, y lo llamó a gritos. Frank estaba en la ducha en ese momento, Michael
Pedicone había salido quince minutos antes de la casa a visitar a sus padres, y
este estaba sólo. Cuando escuchó los gritos de Gerard lo primero que hizo fue
asustarse, después al reconocer la voz de Gerard, salió con una toalla en el
cuerpo y una sonrisa en los labios.
-
¿Me puedes decir porque demonios haz llamado a
mi casa?
-
¿Cómo dices?
-
¡No te hagas el imbécil! La empleada le ha dicho
a Lindsey que llamaste borracho en la madrugada
-
No, no lo he hecho, jamás llamaría a tu casa…
Dios no puedo creer que estés aquí – dijo Frank con una sonrisa en los labios
-
¡Maldito mentiroso, sólo quieres destruir mi
matrimonio! – Gritó Gerard lanzándole un puñete a Frank, lanzándolo al piso. La
toalla se soltó parcialmente de su cuerpo
-
¿Necesitas ayuda? – le dijo una voz a Gerard,
Frank levantó el rostro y vió a Jarrod Alexander parado a lado de Gerard
-
¡Yo te voy a enseñar a dejar de llamar a mi
casa!
Y
fue ahí donde Gerard comenzó a patear su cuerpo en el piso, mientras Frank
intentaba vanamente defenderse. Jarrod al ver esto, sumo sus patadas junto a
las de Gerard, en el cuerpo de Frank que se retorcía en el piso, hasta que dejo
de moverse.
-
Creo que lo has matado – le dijo Gerard a Jarrod
-
¿Yo? Fuiste tú quien empezó todo, además ¡No es
lo que querías!
-
Cállate imbécil, si alguien se entera de esto mi
carrera esta arruinada
Frank
no estaba muerto. Tampoco inconsciente. Se había desmayado un momento, sí, pero
recobró el conocimiento a los instantes, y prefirió cerrar los ojos para que
los golpes cesen. Y dió resultado, Gerard estaba seguro de que lo había matado
y eso parecía importarle poco.
Jarrod
por su parte corrió hacia el patio con una sonrisa en los labios. Gerard al
verlo salir, se arrodillo a los pies de Frank y paso una mano por el cabello de
este. Que mierda he hecho, se dijo.
-
¿Frank? – preguntó bajito sin escuchar respuesta
Jarrod
apareció con un pico y una pala en las manos. Gerard sintió escalofríos.
-
¿Lo enterramos? – Pregunta Jarrod
Gerard
asiente con la cabeza sin saber que está haciendo. Frank ve el movimiento, pero
no el sentimiento que está rompiendo a Gerard por un instante.
-
¿Y qué hacemos con los perros? - pregunta Gerard – Podrían olerlo en el
jardín
-
Podemos matar a sus perros
-
Eso no, mejor… - quiere decirle para llamar a
una ambulancia, pero las palabras no le salen.
-
¿Y un accidente de carro? – propone Jarrod
-
¿Un, que?
-
Aventamos su camioneta al acantilado con el
dentro, lo llenamos de gasolina, y lo demás es historia.
Frank
no pudo ver estrujarse el rostro de Gerard cuando Jarrod dijo eso. Sólo lo vio
irse a buscar su camioneta. En ese momento, algo se rompió dentro de él. Algo
que removió todo el daño que le había hecho en más de veinte años juntos.
Frank
abrió los ojos y volvió a la realidad. Gerard seguía sentado sobre él, sin el
cuadro en la mano, mirándolo, burlándose de él. Frank quería empujarlo,
golpearlo, gritarle que lo odiaba, pero no podía. Sus brazos estaban libres,
pero los sentía pesados, su voz parecía haberse apagado.
-
Dicen que el tiempo olvida todo, pero cariño ¿De
verdad crees que vas a olvidar lo que paso? – le dijo Gerard
Las
lágrimas comenzaron a caer por el rostro de Frank, sentía que poco a poco se
desmoronaba más por dentro, cómo si las pilas de su cuerpo se estuvieran
desgastando cada vez más y más…
-
No Frank, nunca olvidarás lo que viviste… nunca.
Aunque intentes ocultarlo en tu mente, cómo lo has venido haciendo desde que
paso, siempre estará presente en tu vida. Siempre estarás en busca de mi olor
en tus sábanas, de mi cuerpo sobre el tuyo, de mis manos alrededor de tu cuello
frágil. – Gerard comenzó a ahorcar a Frank
Frank
dejo que Gerard apretara su garganta y comenzó a llorar. Gerard al verlo sin
defenderse, limpió sus lágrimas y acercó sus labios sobre los de Frank. Lo besó
como si fuera la última vez, hasta que Gerard poco a poco comenzó a
desvanecerse frente a él, dejando a Frank más sólo que nunca.
La
navaja con la que había sido asesinado Mikey instantes antes cayó de la palma
de su mano. Una vocecilla en su cabeza le susurró algo ilegible que el intentó
bloquear. Se levantó del mueble intentando no pisar el cadáver de Mikey y
comenzó a gritar el nombre de
Gerard. Pero él ya no estaba ahí. Nunca había estado ahí.