sábado, 25 de agosto de 2012

Capitulo XXX


30





El martilleo frenético del corazón de Frank retumbaba en las cuatro paredes de la habitación. Su respiración agitada, su cuerpo tembloroso, sus manos mojadas de frío sudor. Es él, siempre fue él, se repitió mentalmente, mientras veía los ojos grandes, verdes, muy verdes de Gerard, que lo miraban como invitándolo a hundirse en ellos otra vez. Una y otra vez más...
Por un momento pensó en acercarse a él y dejarse llevar como siempre. Perderse en sus ojos, su cuerpo, empaparse otra vez y dar vueltas en el limbo de una espera eterna, como lo fue siempre su amor. Pero solo se quedó ahí, con el corazón cada vez más acelerado, con ansias de besarlo, de caer otra vez en sus brazos, de sufrir en silencio, a escondidas, a puerta cerrada, donde nadie pueda verlo, donde todos vean a Gerard con con Lindsey, con Bandit, con Mikey, con Jarrod, con cualquiera menos con él. Nunca más con él.
Gerard siguió mirándolo, parecía que le estaba hablando con los ojos cómo antes. Diciéndole cosas que Frank no quería escuchar, refregándoselo todo una vez más en la cara, cuando Frank solo quería amor. Solo tu amor...solo quiero tu amor Geezy. Pero yo no te amo, nunca te amé. ¿Es que no puedes entenderlo? Gerard le sonreía y a Frank ya le ardían los ojos. El sí podía entender eso, pero no quería. ¿Cómo rayos podría querer entender eso de que nunca lo amo? Solo eres sexo, puro sexo. Una calentura del tour.
Sus manos saltaron hacia sus oídos, tapando la voz de su amado que no se callaba en su mente. Gerard por su parte comenzó a reírse de él.
¡Tú me amas! ¡Me adoras Gerard, tú y yo somos uno! Le gritaba mentalmente, mientras contemplaba los ojos verdes, que parecían comerlo con la mirada. El me ama, el jamás me haría daño, se repetía mentalmente. Pero le había hecho daño. MUCHO DAÑO.

Gerard se reía frente a él, cómo todas esas veces en las que lo había humillado. Frank se sentó en el piso y se hizo un ovillo. ¿Cómo rayos pudo? Las palabras que tenía para él desde la última vez que lo vio, se quedaron atravesadas en su garganta. No podía hablar. Tampoco tenía idea que cosa podía decirle ahora que sabía que él era su torturador. Al ver esto, Gerard camino por la habitación tocando los cuadros que estaban colgados, aquellos recuerdos que parecían cobrar vida. Frank sintió como se cargaban de sus sentimientos, de voces, de su voz, de Gerard, de su desamor, de su sonrisa, de sus golpes, de sus insultos, de su capucha negra, sus malas costumbres, las veces que mato su amor.

-        Dime Frank, ¿Ya se borró mi olor de tu cama? – dijo acariciando uno de los cuadros

Los ojos de Frank comenzaron a escocerle. Gerard le sonrió y siguió viendo los cuadros. En ese momento, los borrosos recuerdos de la última vez que lo vio aparecían como fotografías con flash que lo cegaban sin retener una imagen fija en la cabeza.
¿O es que no quería recordar?
No me dejes, gritaba él en su recuerdo. Pero lo dejó y cuando volvió con esa capucha negra...tampoco le dio amor. Nunca le dio amor.
Lo encontraste Frank, ahí está, frente a ti. Tanto que lo buscabas, y ha vuelto por ti. Si, por ti. ¿Por qué no disfrutas un poco de él en vez de salir corriendo como una gallina?
Porque me va a matar. Se contestó así mismo. Gerard me va a matar. Pero quizás… eso es lo que querías. Que él te mate. ¿Por eso lo buscabas no? Querías que vuelva para que te viole, te insulte, te golpee, te corte en pedacitos. Si, Frank masoquista, eso querías, una buena tunda, un escarmiento, mas secuelas en tu cuerpo, en tu alma, en tu corazón...

Sus latidos, su respiración agitada y los sonidos de los pasos de Gerard se silenciaron todos en ese momento. Un silencio húmedo y pesado se cierne en toda la casa. Cuando estuvo a punto de moverse del mueble, una serie de voces y gritos de distintos tiempos empezaron a resonar en su mente. Eran conversaciones pasadas con Gerard, eran sus gritos, era la risa de él. Con ambas manos, Frank tapo sus oídos como si el sonido viniera de fuera y así pudiera apagarlos, pero era inútil. Esos gritos estaban en su cabeza. En sus recuerdos. En su piel. En cada parte de su cuerpo. Eran gritos de pavor, de suplica. Gritos de gente que ya no existe.
¿Puedo ser la única esperanza para ti?

-   ¿Es difícil borrar las secuelas que deje en ti, verdad cariño?
-   Por favor… - suplicó Frank sin poder levantarse aún
-   Oh Frank, ¿De verdad crees que vas a olvidar lo que paso?

Los ojos de Gerard ahora parecían ausentes. Lo miraban, y se perdían en algún lugar de su mente. Sus palabras ahora carecían de vida, de amor, hasta de maldad. Y eso era lo que más le asustó a Frank.
Despacio, retrocedió temblando en el sofá y estuvo a punto de caer al suelo de espaldas. Pero Gerard avanzó despacio y lo jaló nuevamente hacia el asiento del mueble con fuerza, haciéndole doler las heridas que traía en la espalda, y se sentó sobre él con las piernas abiertas, dejándolo indefenso bajo él.

-        Por favor… no me hagas daño – suplicó Frank, haciendo reír estruendosamente a Gerard

La sonrisa histérica de Gerard junto a sus ojos vacíos y perdidos, hicieron que esos recuerdos borrosos de la última vez que lo vio como Gerard y no como el encapuchado, aparecieran con nitidez en su mente. ¿Cómo recién ahora podía recordarlo? Muy fácil, no querías pensar en ellos. No querías recordarlo, querías olvidar todo. No se trata de olvidar, si no de recordar sin dolor, se dijo involuntariamente. Pero él no podía recordar sin dolor. ¡NO PODÍA! Gerard le dolía en lo más profundo de su alma, de su corazón magullado.
La escena aparecía en su casa de New Jersey, podía ver el cuadro de ambos en la mesa de centro en la sala. Su álbum de platino colgado, las muñecas de sus hijas en el suelo. Gerard frente a él mascando un chicle, los brazos cruzados. Y Jarrod a su lado.
Gerard acarició suavemente el rostro de Frank, sacándolo de ese trance donde estaba de la mano de Jarrod, riéndose, mirándolo. Frank se puso a temblar
¿Puedo ser la única esperanza para ti mi amor?
Acaricio su cabello con sus dedos y lo retiro de su rostro sudoroso. Tocó sus manos lastimadas, besó su cabeza dolorida, y rozo suavemente su nariz con la de Frank.
Gerard se despegó de Frank suavemente y con el brazo jalo un pequeño cuadro sobre la mesita de Frank

-        ¿Recuerdas este día?

Frank miró el cuadro, cómo todas las mañanas y tuvo ganas de gritarle a Gerard por todo lo que había pasado, lo que recordaba, lo que aún su mente no quería recordar. En el cuadro, ambos lucían sonrientes con un premio ganado en una revista allá por el 2012. Frank tenía el cabello revoloteado y una chompa roja, Gerard a su lado estaba con lentes, el cabello descolorido y las manos sobre las caderas de Frank apretándolo hacia él. La foto había sido tomada con el celular de Frank. Tras ellos, se veía un pequeño poster hecho por ambos, donde lucían vestidos como fantasmas. La calidez de sus sonrisas, las miradas cómplices y el calor de ambos cuerpos que se trasmitía en la foto, parecía pertenecer a dos cuerpos totalmente extraños a los que ahora lucían como si fueran desconocidos.

-        Si - soltó después de un largo silencio - lo recuerdo... el video de los premios Kerrang, estábamos...
-        Enamorados - interrumpió Gerard
-        Yo aún... - quiso decir, pero se cortó en ese momento
-        Me amas... ¿Es lo que ibas a decir? ¿Me amas a pesar de que te deje por Jarrod?

Y fue ahí, donde Frank comenzó a recordar todo.
Gerard entro a la casa de Frank con la llave que este le había dado cuando aún vivía con él, y lo llamó a gritos. Frank estaba en la ducha en ese momento, Michael Pedicone había salido quince minutos antes de la casa a visitar a sus padres, y este estaba sólo. Cuando escuchó los gritos de Gerard lo primero que hizo fue asustarse, después al reconocer la voz de Gerard, salió con una toalla en el cuerpo y una sonrisa en los labios.

-        ¿Me puedes decir porque demonios haz llamado a mi casa?
-        ¿Cómo dices?
-        ¡No te hagas el imbécil! La empleada le ha dicho a Lindsey que llamaste borracho en la madrugada
-        No, no lo he hecho, jamás llamaría a tu casa… Dios no puedo creer que estés aquí – dijo Frank con una sonrisa en los labios
-        ¡Maldito mentiroso, sólo quieres destruir mi matrimonio! – Gritó Gerard lanzándole un puñete a Frank, lanzándolo al piso. La toalla se soltó parcialmente de su cuerpo
-        ¿Necesitas ayuda? – le dijo una voz a Gerard, Frank levantó el rostro y vió a Jarrod Alexander parado a lado de Gerard
-        ¡Yo te voy a enseñar a dejar de llamar a mi casa!

Y fue ahí donde Gerard comenzó a patear su cuerpo en el piso, mientras Frank intentaba vanamente defenderse. Jarrod al ver esto, sumo sus patadas junto a las de Gerard, en el cuerpo de Frank que se retorcía en el piso, hasta que dejo de moverse.

-        Creo que lo has matado – le dijo Gerard a Jarrod
-        ¿Yo? Fuiste tú quien empezó todo, además ¡No es lo que querías!
-        Cállate imbécil, si alguien se entera de esto mi carrera esta arruinada

Frank no estaba muerto. Tampoco inconsciente. Se había desmayado un momento, sí, pero recobró el conocimiento a los instantes, y prefirió cerrar los ojos para que los golpes cesen. Y dió resultado, Gerard estaba seguro de que lo había matado y eso parecía importarle poco.
Jarrod por su parte corrió hacia el patio con una sonrisa en los labios. Gerard al verlo salir, se arrodillo a los pies de Frank y paso una mano por el cabello de este. Que mierda he hecho, se dijo.

-        ¿Frank? – preguntó bajito sin escuchar respuesta

Jarrod apareció con un pico y una pala en las manos. Gerard sintió escalofríos.

-        ¿Lo enterramos? – Pregunta Jarrod

Gerard asiente con la cabeza sin saber que está haciendo. Frank ve el movimiento, pero no el sentimiento que está rompiendo a Gerard por un instante.

-        ¿Y qué hacemos con los perros?  - pregunta Gerard – Podrían olerlo en el jardín
-        Podemos matar a sus perros
-        Eso no, mejor… - quiere decirle para llamar a una ambulancia, pero las palabras no le salen.
-        ¿Y un accidente de carro? – propone Jarrod
-        ¿Un, que?
-        Aventamos su camioneta al acantilado con el dentro, lo llenamos de gasolina, y lo demás es historia.

Frank no pudo ver estrujarse el rostro de Gerard cuando Jarrod dijo eso. Sólo lo vio irse a buscar su camioneta. En ese momento, algo se rompió dentro de él. Algo que removió todo el daño que le había hecho en más de veinte años juntos.

Frank abrió los ojos y volvió a la realidad. Gerard seguía sentado sobre él, sin el cuadro en la mano, mirándolo, burlándose de él. Frank quería empujarlo, golpearlo, gritarle que lo odiaba, pero no podía. Sus brazos estaban libres, pero los sentía pesados, su voz parecía haberse apagado.

-        Dicen que el tiempo olvida todo, pero cariño ¿De verdad crees que vas a olvidar lo que paso? – le dijo Gerard

Las lágrimas comenzaron a caer por el rostro de Frank, sentía que poco a poco se desmoronaba más por dentro, cómo si las pilas de su cuerpo se estuvieran desgastando cada vez más y más…

-        No Frank, nunca olvidarás lo que viviste… nunca. Aunque intentes ocultarlo en tu mente, cómo lo has venido haciendo desde que paso, siempre estará presente en tu vida. Siempre estarás en busca de mi olor en tus sábanas, de mi cuerpo sobre el tuyo, de mis manos alrededor de tu cuello frágil. – Gerard comenzó a ahorcar a Frank

Frank dejo que Gerard apretara su garganta y comenzó a llorar. Gerard al verlo sin defenderse, limpió sus lágrimas y acercó sus labios sobre los de Frank. Lo besó como si fuera la última vez, hasta que Gerard poco a poco comenzó a desvanecerse frente a él, dejando a Frank más sólo que nunca.
La navaja con la que había sido asesinado Mikey instantes antes cayó de la palma de su mano. Una vocecilla en su cabeza le susurró algo ilegible que el intentó bloquear. Se levantó del mueble intentando no pisar el cadáver de Mikey y comenzó a gritar el nombre de Gerard. Pero él ya no estaba ahí. Nunca había estado ahí.